En Ecuador, cerca de una de cada cinco madres con hijos menores de cinco años podría estar enfrentando síntomas depresivos. Así lo revelan datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), que indican que el 19,4% de estas mujeres presentan sintomatología asociada a la depresión, un problema que a menudo permanece invisible ante la sociedad. El estudio también refleja que los casos más frecuentes se dan en madres con nivel de instrucción media o bachillerato.
La depresión posparto, según UNICEF, puede manifestarse entre la segunda y octava semana después del parto, aunque también puede aparecer hasta un año después del nacimiento del bebé. Esta condición va más allá del cansancio natural que implica la maternidad: afecta la salud mental, emocional e incluso física de la madre, interfiriendo en su vínculo con el hijo y en su calidad de vida.
Algunos de los síntomas a los que se debe estar alerta incluyen el llanto persistente, sensación de agobio, pérdida de conexión afectiva con el bebé y dudas constantes sobre su capacidad para cuidarlo. Muchas veces, estas señales pasan desapercibidas o se minimizan, lo que contribuye al aislamiento de quienes lo viven.
La depresión posparto no es una debilidad ni un signo de mala maternidad. Es una condición de salud mental que debe ser comprendida, detectada a tiempo y tratada con empatía y apoyo profesional. Escuchar a una madre, brindarle compañía y validación emocional puede marcar una gran diferencia. Es tiempo de dejar de exigir sonrisas y empezar a ofrecer contención.
