Las recientes políticas migratorias en Estados Unidos han traído consecuencias no solo para las personas, sino también para sus animales de compañía. Organizaciones de rescate animal y comunidades migrantes han encendido las alertas ante el creciente número de animales de compañía abandonados a raíz de deportaciones forzadas o salidas voluntarias del país. Este fenómeno se ha convertido en un reflejo silencioso del drama migratorio que atraviesan miles de familias latinoamericanas.
La imposibilidad de llevar a sus animales de compañía debido a trámites complejos, altos costos y la incertidumbre legal ha obligado a muchas personas a dejarlos atrás. Para las familias migrantes, tener que abandonar a un perro o un gato no es una decisión sencilla, pero en muchos casos se convierte en la única opción cuando el tiempo apremia o las autoridades ya han tomado la decisión de deportarlas.
Los refugios en ciudades con alta presencia migrante, como Los Ángeles, El Paso o Nueva York, reportan un aumento significativo de perros y gatos sin hogar. Algunos han sido entregados a vecinos de confianza, pero muchos otros son hallados en casas vacías o en las calles, en condiciones vulnerables. Esta realidad también representa una carga emocional devastadora para quienes deben partir, sumando tristeza e impotencia a un proceso ya doloroso.
Organizaciones defensoras de los derechos de los animales y colectivos migrantes han pedido que se articulen medidas de emergencia para apoyar a las personas que enfrentan la deportación, incluyendo soluciones temporales de acogida para sus animales de compañía. Si no se actúa a tiempo, la crisis de abandono animal continuará creciendo, dejando a miles de seres vivos desprotegidos y a sus dueños con una herida difícil de sanar.