Durante el Gobierno de José Luis Tamayo, un 15 de noviembre de 1922, en Guayaquil, se llevó a cabo el ‘bautismo de sangre’ del proletariado ecuatoriano. Este 2021, se cumplen 99 años de la lucha sangrienta de la clase trabajadora.
Las movilizaciones iniciaron en octubre por parte de los trabajadores de la Compañía de Ferrocaril de Durán, para exigir mejores condiciones laborales e incremento de salario. Diferentes gremios y grupos sindicales de Guayaquil, se unieron días después. A los pedidos, sumaron que: se respete la jornada laboral de máximo 8 horas; en caso de despido, los empleadores anuncien 30 días; y mejoras salariales. Los grupos de poder no aceptaron los pedidos y la ‘Perla del Pacífico’ se paralizó.
El 15 de noviembre, el Ejército ecuatoriano fue autorizado a disparar con fusiles a los trabajadores ecuatorianos que se encontraban marchando para pedir la liberación de los sindicales detenidos. El presidente, José Luis Tamayo, envió un telegrama al jefe de la zona militar, Enrique Barriga Larrea, que decía: “Espero que mañana a las seis de la tarde me informará que ha vuelto la tranquilidad a Guayaquil, cueste lo que cueste, para lo cual queda usted autorizado”.
Se estima que en la marcha se habían concentrado entre 5 y 30 mil ciudadanos, entre hombres, mujeres y niños. Hasta ahora, no existe una cifra exacta de cuántas personas murieron. Ya que, militares enterraron algunos cuerpos en fosas comunes. Algunos historiadores y archivos de prensa, estiman que entre 500 a mil personas perecieron esa tarde. Aunque el Gobierno de ese entonces, solo reconoció 10.
La noche del 15 de noviembre, los guayaquileños homenajearon a los fallecidos poniendo una cruz de madera con una corona de flores y una vela en el río Guayas. Este hecho inspiró al guayaquileño, Joaquín Gallegos Lara, a escribir su novela titulada ‘Las cruces sobre el agua’.
Los responsables de esta masacre nunca fueron sancionados y el Gobierno tampoco lo reconoció como crimen de Estado. De hecho, los sobrevivientes fueron enjuiciados sin éxito.